Siempre
fui un chico de naturaleza triste. Todo lo que entraba por un oído
se arrinconaba en el lado triste del corazón, el lado alegre siempre
estuvo vacío por si algún invitado se atrevía a merodear por allí.
Aunque invitados he tenido más bien pocos la verdad, y los pocos que
he tenido han decidido instaurarse en el rincón triste. En vez de
rincón triste debería llamarlo el camarote triste de los Hermanos
Marx. En ese rinconcito se guardan todos los recuerdos que nunca
oso limpiar.
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